domingo, 5 de octubre de 2008

Un adiós provisorio

El viejo bribón quiere anticipar a todos los que amablemente compartieron conmigo estos simples recuerdos, y a los que estoy y estaré siempre en deuda por su generosidad en aguantarme, que este será el ultimo capitulo -déjenme la posibilidad de arrepentirme- pero me siento abrumado por un tremendo cansancio físico y mental.
Les comento que comencé a escribir con mucho entusiasmo, ya que me agrada y más teniendo la posibilidad de ser leído, pero a medida que transcurrían estos recuerdos, me fue sacudiendo una nostalgia, de lo que pudo ser y no fue. Estoy reflexionando si mi preocupación por la soledad, no era una fachada para ocultar mis verdaderos sentimientos. Si realmente fui fiel a mis principios, o no fue puro egoísmo para no brindar afecto a un posible ser querido.
Quizá llegue tarde el arrepentimiento ahora que los años avanzan y uno se va sintiendo muy solo, y con muy pocas personas a quienes brindar el cariño que no les di mientras estaban en este mundo. Lección que aprendí muy tarde, como dice el tango.
Así que les pido disculpas ya que no conocerán –al menos por ahora- el final de la historia.
Cuando nos reuníamos en el cuartel general que teníamos en la antigua y hermosa casona de don Santino, allá en Palermo, y tratábamos de colaborar con las fuerzas aliadas con todos nuestros conocimientos y recursos, que eran bastantes gracias a los grandes contactos que teníamos Ameli-Nicolini, Don Santino y yo, con mi popularidad que me abría las puertas hasta con el enemigo, que se declaraba gran admirador y a veces les sonsacaba informes, que a la larga resultaban muy valiosos.
Con Ameli, Pedrin y Carla, salíamos de pic-nic en mi coche sport y una gran canasta de vituallas, y nos internábamos entre las fuerzas enemigas, ya que dado mi persona, nos dejaban pasar, pidiendo fotos y autógrafos, que yo repartía con gran complacencia, en tanto ellos observaban la ubicación de las tropas y sus desplazamientos, que luego en el cuartel de Don Santino se transmitían por radio a Gran Bretaña, de donde salían bombardeos que lastimaban severamente a las tropas enemigas.
También merced al pedido de un antiguo amigo de Don Santino que se encontraba en una prisión de máxima seguridad en EE.UU., un tal Luky Luciano, que había canjeado su libertad bajo palabra de luego volver a Sicilia para iniciar una nueva vida. Les prometía conseguir planos detallados de los lugares más propicios para efectuar el desembarco aliado en Italia. Trabajo en el cual nosotros también colaboramos, y que a posteriori fue un éxito que posibilitó a las fuerzas aliadas un desembarco sin sufrir mayores pérdidas pero sí ocasionándolas al enemigo.
Terminada la guerra, seguí con el fútbol, hasta que finalizó mi contrato, que no quise renovar ya que mi intención era volver a mi país. Lo hice, recorrí mi barrio, que ya no era el mismo. Si bien en todos lados me brindaban grades agasajos y muestras de afecto, no conseguí encontrar ninguno de los compañeros de fechorías de mi infancia, salvo Pan con Grasa, aquel hijo del panadero, que ahora era un señor tremendamente calvo y con una gran barriga, que poseía una gran panificadora y seguía en la Boca, pero si bien me mostró grandes pruebas de afecto, ya no era, claro, aquel Pan con Grasa con quien compartimos tanta aventuras.
Jugué algunos partidos en Boca Juniors, con gran suceso de público, pero el fútbol también había cambiado. Ya era un gran negociado, se compraban partidos, hasta el entrenador les exigía dinero a los jugadores menos renombrados para ponerlos en el primer equipo.
Entonces decidí apartarme, compré esta hermosa vivienda en plena sierra de Córdoba, donde aún me encuentro. Recibía periódicamente la visita de Ameli-Nicolini, junto con Pedrin y Carla, a quienes había dejado todas mis posesiones en Italia, pero también ellos fueron partiendo, junto a la niña de Capri quien en una de sus visitas encantada con el lugar me pidió quedarse a vivir conmigo petición que no acepté, y quizá ahora me lo cuestione, pero en fin, así a grandes rasgos doy fin a esta historia, que quizá algún día pueda continuar. A todos mis lectores mi agradecimiento mas profundo. Un afectuoso cariño del Viejo Bribón.-