jueves, 10 de abril de 2008

La tragedia irrumpe en mi apacible vida

Al rato me miró a los ojos y me respondió: Quieres una respuesta, te la daré y más que ello será un muy buen consejo, aunque en estos momentos pueda más el corazón que la razón.

Voy a hacerte una confesión: yo estuve tremendamente enamorado de María Elena, y aun lo sigo estando, ya que por eso no me he casado, pues nunca pude querer a alguien como a Ella. Noviamos un tiempo y como ya también tengo un fuerte carácter y ella es tremendamente dominante, chocábamos en muchas cosas. Yo pretendía que dejara la bebida, ya que tiene períodos en que abusa de la misma, pero ella lo tomaba a la risa, y a pesar de mi insistencia continuaba bebiendo.

Traté de disuadirla de todos los medios posibles, hasta le propuse matrimonio para ver si podía arrancarle ese vicio. Hasta que un día en que se encontraba con unas copas de más, y volví a reprochárselo me echó de su casa, llamándome maricón, tan luego a mí, desde ese día cortamos definitivamente, y me propuse no volver a verla.

Ahora temo que lo mismo te pase a ti, ten en cuenta que ahora sos famoso y admirado en todas partes, y si dejas de jugar y te casas con ella, pasaras a ser el marido de... en todas partes y aunque tengas una vida regalada y estés junto a la persona que amas, puede ser que pasado el tiempo te arrepientas, cuando ya sea tarde para dar marcha atrás. Piénsalo, Bambino. Todo lo que ahora te digo, es absolutamente por tu bien, ya que te has convertido en prácticamente un hijo mío, a quien quiero entrañablemente, Así terminó la conversación.

Yo dudé, hasta por un momento, si no serían sus palabras por despecho, luego recapacité y reconocí lo dicho por Ameli-Nicolini. Pensé dejar correr el tiempo para tomar una resolución. Tenía, dada mi juventud y falta de experiencia, la sensación de que quizá podría hacer cambiar de actitud a la condesa, pretendiendo que una vez casados me permitiría continuar jugando, así que deje las cosas por ahora como estaban. Seguimos con una larga serie de giras por Europa, llegando a jugar en Rusia contra un equipo que tenía como arquero a un grandote llamado Boris Yelsin, quien estaba considerado como el mejor arquero del mundo.

Efectivamente, dominamos todo el partido, sin poder vencerlo, yo le tiré varias pelotas "envenenadas" que el atajó magistralmente. Ya terminando el partido, vino un centro de Yepetto, y saltamos los dos. Yo aproveché que estaba tapado por su corpachón y lo empujé suavemente hacia un costado, cabeceando la pelota que me había quedado libremente, y convirtiendo el gol de la victoria, que fue largamente festejado. Nadie reparó en mi falta, solamente Yelsin, que terminado el partido, por medio de un traductor y con una sonrisa me llamo "tramposo", yo lo abracé, le pedí disculpas, y ahí nació una amistad que aun recuerdo.

De regreso a Roma, tuve oportunidad de volverme a encontrar con la condesa, quien volvió a reprocharme mis prolongadas ausencias, extrañándome tanto, que no podía concentrarse en sus ocupaciones, ya que pensaba continuamente en mí. Me volvió a insistir en el casamiento, volviendo yo a pedirle que me diera tiempo, ya que todavía no lo tenia decidido.

Esa noche no terminó de manera muy agradable, ya que la condesa no cesaba en sus reproches. Al día siguiente volví a entrenarme y casi al finalizar llego al campo de juego Maria Elena, quien a los gritos me pidió que dejara ese maldito fútbol y me casara con ella. Que si no me arrepentiría para toda la vida. Creo que estaba bebida, ya que Ameli tuvo que llevarla con la ayuda de un periodista que estaba viendo la práctica, hacia su auto, costándoles bastante trabajo ante la resistencia que oponía ella y las amenazas que seguía profiriendo.

El entrenador terminó la práctica, y en silencio nos fuimos a las duchas, regresando cada uno a sus respectivas casas. Yo me fui inmediatamente a dormir, y me costó bastante trabajo lograrlo.

No sé cuándo me quedé profundamente sumido en un sueño hasta que oí grandes golpes en la puerta, fui a atender y me encontré ante Ameli-Nicolini quien me urgía a que me vistiera rápidamente y fuera con él.

Así lo hice, preguntándole qué motivaba tanta urgencia, y me respondió que íbamos para su casa, ya que la condesa había sufrido un accidente, del cual ya me iba a explicar. Yo le pedí que me llevara adonde estaba Maria Elena, él no me contestó, y después de un tiempo me dijo que lo mas prudente era que fuéramos a su casa, y luego me explicaría lo sucedido.

Una vez llegados, Ameli me dijo que tendría que permanecer varios días allí, ya que la situación era mas grave que lo que podía pensar. Ante mi feroz insistencia me dijo que la condesa había sido encontrada por un fiel mayordomo que la fue a despertar, tirada en el piso, ya cadáver, junto a varias botellas de champán y un frasco de barbitúricos, y por suerte lo había llamado a él quien se comunicó con el jefe de policía, amigo suyo, para que silenciaran por el momento la noticia, hasta que pudieran hacerlo figurar como fallecimiento por un síncope. También la C.D. del club estaba haciendo las mismas gestiones, ya que dada la presencia del cronista el día anterior, seguramente yo me vería involucrado en este trágico episodio y era lo que se quería evitar a cualquier costo. Por eso tendría que quedarme unos días junto a Nicolini hasta que se aquietaran los tremendos comentarios que despertaría la desaparición de la condesa junto con mi estrecha relación con ella...

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