miércoles, 4 de junio de 2008

Me compro una mansión

En el viaje de regreso de Palermo le comenté a Ameli Nicolini que había admirado en la casona de Santino Gotelli un gran mirador situado en el techo, ya que era mi gran deseo tener algún día una casa con un mirador, y que me había propuesto hacerlo cuando me retirara. Allí quedó esa idea. Vueltos a Roma y a los entrenamientos, al finalizar uno de ellos llegó Ameli pidiéndome que me apresurara a cambiarme, ya que tenía que llevarme a un lugar que quizá me interesara. Sin añadir más detalles, me esperó en su auto.

Cuando llegué, ya cambiado, me hizo subir, y sin mediar palabra arrancó hacia uno de los barrios más antiguos de la ciudad, cerca de la colina del Quirinal, donde todas eran muy antiguas y hermosas residencias. Llegamos a un lugar todo amurallado, al cual se entraba por un enorme portón de hierro a un camino que según me dijo Ameli conducía a una enorme mansión.
El camino estaba todo flanqueado por unos hermosos y antiguos álamos carolinas y terminaba en una rotonda donde había una hermosa fuente adornada con varias nereidas frente a la cual estaba la entrada a una bellísima casona, rodeada de todo tipo de flores y arbustos de adorno, y en lo alto, para mi gran sorpresa, sobresalía un enorme mirador, construído en forma exagonal, con sus paredes todas vidriadas, con una vista que imaginé sería estupenda.

Sin decir palabra, Ameli extrajo unas llaves y abrió una pesada puerta de roble que invitaba a conocer esa enorme mansión, completamente amoblada en distintos estilos, y unos baños inmensos construidos con todo confort y con la artesanía de épocas añosas. Luego de admirar todo tenía gran prisa por conocer ese mirador que había despertado todas mis expectativas. Adivinando mi prisa, Ameli me condujo por una escalera toda tallada en roble hacia el esperado mirador. Quedé boquiabierto al recorrer despaciosamente con la vista todo el espacio; todas las paredes hasta la altura de un metro y medio estaban rodeadas un mueble que contenía una enorme biblioteca. En el centro había una gran mesa como para recibir a 15 o 20 comensales, distinguí en un pequeño rincón una especie de cocina para servir café o bebidas calientes, ya que la comida la enviaban desde la cocina central por medio de un ascensor oculto detrás de la puerta.

Me acerqué a observar el hermoso paisaje que se distinguía desde los inmensos ventanales y quedé absorto largo rato ante tanta belleza, ya que creía estar soñando todo lo que veía. Me despertó Ameli contándome que todo eso pertenecía a un noble que había fallecido no hacía mucho, dejando dos hijas que viajando a Nueva York habían conocido a dos famosos médicos de los que se habían enamorado y decidido casarse y continuar su vida en esa ciudad.

Le habían encargando a Ameli que pusiera en venta toda la propiedad ya que no tenían intención de volver a habitarla. El precio que pretendían estaba muy por debajo de su valor, ya que deseaban sacarse de encima todo eso para poder invertirlo donde vivirían en adelante. Ameli me propuso comprarla, ya que si no lo hacía yo, él estaba interesado en la misma.

Creo que no tardé un solo instante para decirle que sí, que la comprara ya. Ameli-Nicolini, ante mi sorpresa, me respondió que ya había enviado la seña, y que podía considerarme dueño de la misma. Mi alegría ante tamaña novedad fue tan grande, que esa noche apenas pude conciliar el sueño. Muy temprano, a la mañana siguiente fuimos con nuestra fiel Carla a que conociera sus nuevos dominios y a tomar posesión de los mismos. Nuestra inefable guardiana quedó tan gratamente impresionada que comenzó a pensar los cambios que haría, para nuestra mayor comodidad.

En tanto, conocimos al anciano jardinero japonés quien estaba, a cargo con gente contratada, del cuidado de todo el inmenso parque y de una pequeña parcela donde sembraban las verduras para el consumo. Fuimos preparando la mudanza, de los pocos elementos que harían falta, ya que la mansión estaba totalmente equipada para habitarla. Aunque yo deseaba conservar mi casa en el centro, que siempre me sería útil.

Y allí comenzó una nueva etapa en mi vida. Ya seguiremos mañana con el fútbol.

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