martes, 25 de marzo de 2008

Me proponen casamiento

Comenzamos el día recorriendo la finca, que era inmensa.
María Elena daba continuamente instrucciones y órdenes que se cumplian al instante y con gran respeto, a la vez que me enseñaba todo el proceso de elaboración del champán y los distintos vinos, desde el conocimiento de las distintas clases de uva hasta el almacenamiento del vino en grandes toneles de roble, en un sótano a temperatura apropiada.
Pasamos todo el día dedicados a ese trabajo, con un frugal almuerzo en el comedor de los técnicos de la fabrica.
Al caer la tarde llegamos rendidos a los aposentos de la condesa, donde cenamos, y en tanto continuaba bebiendo champán, me pidió le contara todo lo tratado en la reunión del Club. Brevemente le informé lo conversado, y ella, poniendo sus manos en mis rodillas, me espetó:
-¿Así que esta sería la terminación de nuestro romance?
-Jamás -le respondi-, ya que cada día estoy más enamorado de ti. Sólo que nuestros encuentros tendrán que ser más espaciados, y en mi casa, o en lugares más secretos, donde no pueda enterarse ni la prensa ni los directivos del Club.
Frunció el ceño, y con un pequeño mohín de desagrado me miro largamente a los ojos. Luego me tomó de la mano, conduciéndome al gran lecho, donde hicimos el amor y nos dormimos estrechamente abrazados.
Así transcurrió la semana, alternando el trabajo con la diversión y paseos por los alrededores. Días que fueron maravillosos, ya que la condesa cambiaba radicalmente cuando quedábamos solos, llenándome de cariños y mimos. Así llegó el momento de emprender el regreso.
Comencé con los duros entrenamientos, partidos y giras. Maria Elena me llamaba continuamente en los pocos momentos que estábamos en Roma, exigiendo verme, lo que cuando podía complacía, siempre cuidando de no ser vistos.
Una noche le anuncié que debíamos emprender una larga serie de partidos por Europa y que quizás pasaríamos un largo tiempo sin vernos. Aunque con mucho desagrado lo aceptó, haciéndome prometerle que al llegar mi primer encuentro sería con ella. Cumplí mi promesa, y cuando después de recuperar el tiempo perdido de nuestro romance, descansábamos muy juntos en un amplio sofá, me tomó de las manos y me dijo muy seriamente:
-Bambino, no puedo ya más soportar estar lejos de ti por tanto tiempo. Te hago una propuesta: quiero que nos casemos, que dejes el fútbol, y vengas conmigo a administrar mis negocios.
Su pedido me tomó de sorpresa, ya que no creía totalmente en la seriedad de su relación conmigo. Me sentí muy halagado, pero tampoco, por ahora, estaba decidido a dejar el futbol, que era mi profesión, y que junto con ella llenaban mi vida. Y porqué no decirlo, mi ego también me lo impedia. Esa vida llena de halagos, aplausos, y adoración por parte de toda la afición futbolistica mundial, me hacía tremendamente feliz. Si dejaba todo aquello, me convertiría en un sumiso empleado de mi consorte, quien tendría en sus manos las riendas de mi vida, y eso ya no me agradaba mucho, a pesar del gran amor que sentía por ella. Todo esto pasó por mi cabeza como un relámpago, y me apresuré a responderle que también deseaba tomar esa decisión, pero más adelante.
Ella me respondió:
-La respuesta tendrás que dármela ahora.
Le pedí unos dias para pensarlo, ya que no sé si ella había considerado si sería adecuado su casamiento con un plebeyo.
-Tengo todo meditado y he tomado esta determinación porque ya me es imposible vivir alejada de ti, agregó.
Accedió finalmente a postergar por unos días mi respuesta, y asi nos despedimos.
Lo primero que hice fue conversarlo con Ameli-Nicolini, quien meditó largo rato antes de decirme...

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