jueves, 24 de julio de 2008

Me visita un viejo amigo

Una vez llegado de vuelta a nuestra casa, comencé de a poco a movilizar mi tobillo, que día a día iba mejorando, mejor de lo esperado, y posiblemente muy pronto podría comenzar con mis prácticas de fútbol, al que estaba ansioso por regresar.
Un día que estaba paseando por el parque de mi mansión, vi entrar caminando a un hombre, que a pesar de estar muy canoso y cargado de hombros, me resultó conocido. Cuando lo tuve cerca, no pude reprimir mi alegría: se trataba de Pedrín, mi gran maestro y cuñado, con quien nos estrechamos en interminable abrazo. Después de llevarlo adentro y por supuesto haber conocido a la inefable Carla, le pregunté porqué no me había comunicado su llegada, ya que regularmente estábamos en contacto.
Lego de las habituales anécdotas sobre el viaje y todas las peripecias pasadas hasta llegar a mi casa, llevé a Pedrín al aposento que Carla había preparado, y nos dispusimos para almorzar en mi lugar preferido en la casa, el mirador, que también causó el asombro y la admiración de Pedrín. Carla nos anunció, ya que había escuchado lo conversado, que le había avisado de la llegada de mi cuñado a Ameli-Nicolini, quien también vendría a compartir el almuerzo, pues deseaba saludar al viajero a quien había conocido durante su estada en nuestro país. Así fue como, sentados a la mesa, le pedí a Pedrín que me diera todos los detalles de su para mí repentino viaje. Me dijo que era una larga historia, que estaba dispuesto a compartir con nosotros. Con respecto a mi pregunta sobre la ausencia de su esposa, mi hermana Ángela, muy penosamente nos relató que debido a su gran amistad con aquel famoso presidente de Boca, quien visitaba con frecuencia su casa, y dado que mi hermana conservaba acrecentada con el correr del tiempo su belleza, se produjo entre los dos un apasionado romance, que con toda hidalguía, reconoció con mucha pesadumbre Pedrín, conversaron con él tratando de buscar una solución lo más civilizada posible.
Mi cuñado prosiguió muy emocionado su relato, ya que conservaba siempre un gran amor por su esposa, pero después de meditarlo mucho, comprendió que no podía brindarle todo lo que mi hermana aspiraba y decidió concederle su libertad.
Se divorciaron, sin mayores problemas, no aceptando Ángela ninguna reparación económica, y dejaba todo a Pedrín, pues su futuro esposo tenía una gran fortuna, y no había ningún reclamo que hacer al respecto. Así fue que Pedrín quedó solo, pasó un tiempo muy angustiado, pero con toda generosidad, ya que siempre, a pesar de sus humildes orígenes, fue un hombre de bien, pensó que quizás su mujer tendría una mejor vida al lado del Presidente de Boca: tendría la vida social, que siempre deseó y él por su dedicación al trabajo y su ignorancia no le había podido brindar.
Y así terminó un episodio del que no quiso hacerme nunca partícipe para no preocuparme y perjudicar mi trayectoria.
Decidió liquidar la sociedad que tenia con mi hermano en la fabrica de artículos deportivos, que había adquirido un importante desarrollo dada la habilidad suya para comerciar lo fabricado y a las mejoras que introdujo mi hermano en la fabricación de muchos elementos, ya que siempre seguía experimentando en un laboratorio que el mismo había instalado nuevas innovaciones, una de ellas, reemplazar la antigua pelota que se cerraba después de inflada con unos tientos de cuero, por la cámara con válvula que se usa mundialmente en la actualidad, y que fue un invento suyo que les reportó grandes utilidades.
Para ser más breve, se retiraba en una muy buena posición económica, asegurada de por vida con importantes inversiones que había realizado, y conservando de común acuerdo con el hermano, un porcentaje de las ganancias, que le permitiría vivir sin sobresaltos. Entonces decidió volver a su terruño y ver la posibilidad de instalarse nuevamente en el lugar donde había nacido. Resolvimos que se tomara, antes de partir hacia su comarca, lo que haría por supuesto acompañado por nosotros, unos días para pasear y conocer las bellezas y distintos lugares de Roma, donde nunca había estado, lo que aceptó complacido, dejando para más adelante sus propósitos.
Fueron días hermosos, en los que contribuimos a que Pedrín fuera perdiendo parte de esa tristeza que traía consigo, y que lógicamente era difícil de superar. Conoció los lugares mas frecuentados, hasta nos animamos a efectuar una excursión a las ruinas de Pompeya, lugar que yo tampoco conocía, y de la mano de Ameli, todo un experto, le mostramos todo lo interesante en materia de monumentos, tratorias, hasta el Vaticano, en donde dado las importantes relaciones que tenía Ameli, nos fue posible visitar lugares poco accesibles para la gran mayoría. Así llegamos al día que íbamos a emprender el viaje al "paese" de Pedrín, lo que relataremos en el próximo capítulo.

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