sábado, 19 de julio de 2008

Volvamos a Sicilia

El viejo bribón pide disculpas a sus apreciadísimos lectores por esta interrupción en su relato, como disculpa les aclararé -aunque creo haberlo hecho ya- que habito una hermosa casa en un paradisíaco valle en las sierras cordobesas, alejado de todo el mundo, y si bien tengo amigos, prefiero establecer distancia con ellos.
Sólo viene a diario una señora de los alrededores a efectuar un poco de limpieza, y prepararme algo de comer, luego quedo solo con mi música y mis libros y una gran piedra al borde de un arroyo que pasa por mi propiedad, donde me siento a pasar las horas con mis pensamientos, acusándome de no haber formado una familia, pero sé que el recuerdo de la condesa, que aun mantengo y el remordimiento por su desaparición que aun me conmueve, que fueron el factor determinante para continuar mi vida en soledad.
Si tengo algún deseo físico, lo que cada vez ocurre con menor frecuencia, viajo a la ciudad de Córdoba, donde aún conservo muy buenas amigas, y si no mediante el todo poderoso señor dinero, resuelvo el problema y vuelvo a la paz de la que disfruto en mi fortaleza.
Charlando con mis vecinos en alguna de esas reuniones que no efectuábamos con mucha frecuencia, y a través de algunas lecturas que había realizado, se me ocurrió plantearles la idea de formar una cooperativa para la siembra y posterior explotación de las hierbas que se daban en abundancia en nuestras tierras, como ser la peperina, el tomillo, la salvia, el orégano, y otros condimentos y verduras que iríamos agregando y comercializarlas, para inclusive más adelante exportarlas, ya que me había informado bastante de lo bien que serían aceptadas en el extranjero, pero eso será motivo de otro tema que desarrollaremos mas adelante.
Por ahora continuemos con la vida del Bambino en Roma...
Retomemos el relato, porque queda mucho para contar. Había quedado en esa hermosa isla de Sicilia, mas precisamente en Palermo, hospedado en la mansión de Don Santino, con quien habíamos logrado formar una estrecha amistad. Caminábamos, ayudado por unas muletas que el tiempo cambió por bastones, por todo un extenso bosque de limoneros, uno de los principales frutos de la región.
A veces hacíamos excursiones, por los alrededores del Etna, donde existían grandes yacimientos de azufre que se exportaba. También producían un muy vino, todo lo que se vendía a buen precio.
Todo bajo la supervisión de la maffia, que férreamente presidía mi simpático anfitrión, quien me confesó en uno de esos paseos que ya era una leyenda que la maffia siciliana dominaba todo el mercado de la droga y la prostitución; pero no sera ya así: hacia años que habían decidido con los patrones del norte que ellos seguirían con esos negocios, en tanto que nosotros nos dedicaríamos a toda clase de actividades licitas.

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