jueves, 7 de agosto de 2008

Encontramos argentinos de mala fama

Ya todo listo para el viaje, llegamos sin ninguna alternativa al primer paso fronterizo a la madrugada.
Lo habiamos calculado de esa manera porque intuimos que encontraríamos a los guardias cansados y con sueño.
Asì fue, viendo que viajaba un cardenal, apenas revisaron los documentos y nos permitieron seguir viaje.
Horas despues arribamos al convento, donde alertados los monjes nos estaban esperando, nosotros pensábamos emprender rápido el regreso, pero nos avisaron que de dia serìa peligroso, ya que patrullas de los SS.SS estaban recorriendo todos los sitios fronterizos en persecusion de los hermanos Laporte ya que dado que tenían el mando de todas las fuerzas francesas que luchaban en la clandestinidad y la gran información que poseían, hacia tiempo que estaban tras de su captura.
Pero como ellos cambiaban constantemente de residencia, solamente mediante una delación o casualidad podían dar con su paradero.
Esta vez los hermanos, que a su vez tenían colocadas en el alto mando alemán a varias mujeres enroladas en la guerrilla, se enteraron antes de que los vinieran a aprehender, que por una casualidad se habian enterado de su ultimo paradero, y así pudieron huir con lo justo, no sin antes destruir toda la informacion que poseian, llevándose lo mas importante y algunas armas y granadas consigo.
Se habían refugiado en el convento, donde ya sabían los rescatarian para llevarlos hasta un campo pasando la frontera donde se embarcarían por via aérea a Gran Bretaña para informar de todos los movimientos de las tropas nazis al alto mando inglés. Tuvimos entonces que pasar el dia aceptando la cálida invitación de nuestros anfitriones. Llegada la hora de almorzar, recién pudimos conocer a los fugitivos, que estarian a nuestro cargo. Realmente no daban la impresión del papel que estaban desmpeñando. El mayor, persona delgada, alta y de complexión muy atlética, y el otro, de anteojos y barbita parecía todo un profesor de la Sorbona.
Nos dijeron que el menor era el que planeaba todos los movimientos de los maquis, y el otro ejecutaba junto a la gente a su mando todas las operaciones. Muy simpáticos y agradables nos relataron como por una casualidad habían descubierto sus paraderos, pues ya tenían conocimiento de lo ocurrido.
Un italiano y otro argentino, que habian tenido que salir de la Argentina, por reiteradas estafas dentro de la industria cinematografica de ese país, donde pasaban como poderosos miembros de la industria del cine, tenían montadas lujosas oficinas en Bs. Aires, donde con la excusa de producir peliculas, atrapaban incautos a quienes convencían para invertir en ellas dadas sus relaciones, especialmente uno de ellos que se apelidaba Juan Manuel Soaje Pinto, y se decía descendiente directo de Rosas, tenía en su oficina colgado un arbol genealógico que lo atestiguaba, y el otro, un chanta de vida rumbosa con autos caros y lujosa vestimenta apellidado Petrucci firmaban contratos con los inversores, y luego desaparecian sin dejar rastro alguno.
Este Soaje Pinto habia tenido oportunidad de conocer en la embajada de Francia en EE.UU. al menor de los Laporte, quien se encontraba desempeñando una mision, y ahora encontrándose refugiados en Paris, habían establecido contacto con varios generales alemanes, quienes todavia no estaban alertados de la catadura de estos malvivientes, y estaban convenciéndolos de filmar una pelicula sobre la actuación de ellos en Francia.
Habían hecho algunas tomas en las afuera de Paris, y en una de ellas, a bastante distancia apareció la figura de uno de loa Laporte, a quien Soaje Pinto reconoció, e informo a los nazis, los que inmediatamente dispusieron partir en su captura.

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