jueves, 28 de agosto de 2008

La grotesca muerte de dos delincuentes

Una tarde nos encontrábamos charlando en el salón junto a Don Santino, cuando sonó el teléfono y luego de atender y conversar unos instantes, regresó con una gran sonrisa, diciéndonos:
-Los espera una gran sorpresa.
En ese momento entró al salón, saludando muy respetuosamente, y pidiendo hablar con Don Santino, uno de los partisanos que tenía ubicados en bancos de la plaza principal observando todos los movimientos que ocurrían, para informarle que habían llegado 2 extranjeros en un lujoso auto y que habían entrado en la iglesia para hablar con el cura Don Pistocchi,
-Bien, contestó Don Santino, que los apresen y traigan acá completamente maniatados. Esta es la sorpresa que les tengo preparada. Ya estaba enterado de la huida precipitada de los dos delatores Petrucci y Soajes Pinto de Francia, que habían estafado al comandante a cargo de Paris con el cuento de filmar la gran epopeya del ejercito nazi apoderándose de la ciudad. Cuando los alemanes se dieron cuenta de la mentira, estos delincuentes ya habían puesto pies en polvorosa, huyendo no se sabía con qué destino. Y ahora pretendían ocultarse en Sicilia, creyéndose a salvo y intentar repetir el cuento de la gran pelicula, solicitando adhesiones.
Habían comenzado, para darle luego mayor verisimilitud a sus pedidos de dinero, con el buen párroco, quien también desconfiado, como buen siciliano, había decidido consultar con Don Santino, que le indicó que los hiciera volver al día siguiente. Al salir de la entrevista, los apresaron los partisanos, quienes los trajeron ante nuestra presencia.
Petrucci, ampulosamente, se dirigió a Don Santino, a quien saludó reverentemente besándole las manos y diciendo:
-Que honor para nosotros, dos humildes cineastas, llegar a conocer a Don Santino, el hombre mas caracterizado de todo el sur de Italia, y le pido interceda por nosotros, ya que se trata de un enorme error que han cometido, confundiéndonos con otras personas, ya que nosotros somos dos hombres de bien, que venimos con el objeto de hacer conocer este paese y la maravillosa obra que Ud. está realizando en el mismo; en tanto, Soajes permanecía en silencio y mirando todo con altanería.
Don Santino permaneció callado unos instantes, y luego le salivó en la cara, diciéndole:
-Conozco perfectamente a la gente de su calaña, delatores de los hermanos Laporte. Nosotros, cuando nos encontramos con delincuentes como Uds. y mas todavía en épocas de guerra, les imponemos la pena de muerte, y ahí mismo ordenó su ejecución; dirigiéndose al partisano le dijo:
-Llévenlos al paredón de la plaza y que sean fusilados ya mismo, y luego cuelguen sus cuerpos de algún árbol para que sepa todo el mundo como tratamos a los viles estafadores y traidores.
Espantado, Petrucci se largó a llorar implorando clemencia, en tanto Soaje estaba blanco como un papel sin poder articular palabra.
Cumpliendo lo ordenado fueron llevados a la plaza, mientras nosotros desde un balcón presenciábamos el final de este lamentable episodio.
A Petrucci, completamente maniatado, tuvieron que llevarlo arrastrando, ya que llorando imploraba y pedía perdón al jefe de la ejecución, en tanto caía de rodillas. A Soaje Pinto ya lo tenían de pie, junto al paredón, rígido, cuando estaban listos los preparativos, comenzaron a mojársele los pantalones de la entrepierna hacia abajo, formando un charco de agua y lodo mezclado con las heces que también caían de entre sus piernas. Al sonar los primeros disparos cayó con el rostro sobre sus propias suciedades, en tanto Petruccí seguía implorando clemencia. Nos retiramos del balcón sin contemplar el final de este sangriento episodio, que acabó finalmente con estos dos delincuentes.

No hay comentarios: