martes, 19 de febrero de 2008

Visito Florencia

Mi vida en Roma era cada vez más jubilosa. Si bien al principio sentí nostalgia por mi familia, mis amigos del Club Honor y Gloria, y todos los vagos de la Boca, poco a poco, con el trato recibido, y haciendo lo que más me gustaba, que era jugar al fútbol, por lo que además me pagaban espléndidamente, unido a mi amistad cada vez mas estrecha con Yepetto, a la que se había unido Ameli-Nicolini, quien nos había prácticamente adoptado, ya que se trataba de un hombre que había heredado una gran fortuna, y permanecía soltero.

Rumores hablaban de un fracasado romance que lo había llevado a no querer insistir, ya que todavía continuaba amando a la persona con quien vivió ese episodio de su vida. Ameli prácticamente dedicaba todo su tiempo al Club, que era una de sus grandes pasiones, la otra era hacer de nosotros hombres de provecho, puliendo nuestros escasos conocimientos para la vida que nos tocaría llevar, de seguir con nuestra ascendente popularidad, con invitaciones a círculos privilegiados, entrevistas en radios, diarios, y presentaciones después de los partidos.

Así, nos llevaba a museos, conciertos, óperas, elegantes restaurantes, y nos aleccionaba en todo ese mundo que estábamos recién conociendo. Con Yepetto cada vez nos entendíamos más. Era buen jugador, pero le faltaba la clásica picardía, por lo que después de las practicas nos quedábamos largo tiempo ensayando jugadas, que yo había mamado en los potreros de la Boca, y que practicábamos a gran velocidad con cruces y cambios de frente, ensayando tiros al arco desde distintas posiciones, que al realizarlos en los partidos parecían salir de memoria, con gran beneplácito de la inmensa cantidad de tiffosi que seguían al equipo.

Al respecto quiero relatar una anécdota, ya que yo aprendí que en toda disciplina, el genio ocupa un 10%, y el resto es transpiración.

Generalmente venía a verme todo Argentino que visitaba Roma, ya que mi fama era conocida también en Argentina. Así fue que me visitó un famoso cantante, que venía de Paris, donde fue a un espectáculo donde actuaba un, por aquel entonces, famosísimo actor y chanssonier, llamado Maurice Chevalier. Este le concedió una entrevista en su camarín después del espectáculo. Nuestro viajero le comentó que le había causado admiración una escena en la que Chevalier, con gracia espontánea y total naturalidad, mientras cantaba depositaba sobre el piano una copa que llevaba en su mano. El actor lo miró largamente, y le contestó: ¡y tu no sabes las horas de ensayo que me llevó esa escena...!

Volvamos al fútbol: nuestro equipo, a mi llegada -y a esta altura de mi vida no caeré en falsa modestia-, estaba en la mitad de la tabla de posiciones, y con mis goles y jugadas increíbles para esa época y en esos lugares, logramos colocarnos segundos, junto al equipo de Florencia, la Florentina, y a un punto de quien encabezaba las posiciones, que era nuestro clásico rival, algo así como el River-Boca de mi país. Se dio la casualidad de que el próximo domingo debíamos enfrentar a la Fiori en su ciudad, y en la siguiente semana a nuestro eterno rival. Imagínense los cuidadosos preparativos para esos dos encuentros, donde nos jugábamos la chance de obtener el campeonato, que hacia años se le negaba a mi Club.

Llegó la hora de viajar a Florencia, ciudad desconocida para mí, donde con la guía de Ameli-Nicolini, tuve el gozo de descubrir los grandes tesoros que había por doquier. Me enteré de que allí habían nacido Leonardo, el Dante, Benvenuto Cellini y que se cultivaba en la región el popular vino Chianti, único lugar donde se elaboraba por la excelente calidad de sus viñedos, solamente apropiados para esa clase de vino famoso en todo el mundo.

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