martes, 5 de febrero de 2008

Una vuelta por Roma


Creo que las cosas se fueron dando tan rápidamente, que pasé por alto algunas cosas que me gustaría comentar ahora.

Desde mi salida me invadió una gran angustia, por ignorar con qué me iba a encontrar, el desconocimiento del idioma. En cuanto a la parte deportiva, si bien tenía enorme confianza en mis dotes de futbolista, también pensaba si me adaptaría a sus usos y costumbres, ya que mucho me había ya anticipado Ameli-Nicolini, y tener que volver a la Argentina, prácticamente fracasado, no era algo que pasaba por mi cabeza.

Aunque siempre tenía mis dudas, que por suerte se fueron disipando a poco de mi llegada, por el recibimiento de los tiffossi, y las atenciones de los directivos del Club, que también omití, era uno de los más poderosos de Roma, que por obvias razones no nombro.

A poco de llegar, me trajeron una profesora para enseñarme el idioma, que tuve la suerte de aprender rápidamente, ya que mucho lo escuchaba en mi Boca natal. Luego, mis compañeros al ver mis condiciones y humildad, se fueron congraciando conmigo.

Me di rápida cuenta en un partido que por la copa europea jugamos con un equipo inglés; ya habían trascendido mis habilidades, y un grandote que me marcaba me tiro unas patadas, que afortunadamente había aprendido a esquivar en los potreros de la Boca; al rato, uno de nuestros defensores, cuando este inglés disparaba hacia nuestro arco con la pelota, le pegó una tremenda patada que lo sacó en camilla fuera de la cancha, a la vez que le decía: “esto es por querer lastimar a nuestro Bambino”. Así me habían apodado en la tribuna, y ese fue el apelativo conque todo el mundo me llamaba. Eso me dio la sensación de que el afecto de estos grandotes estaba empezando a cambiar.

Por otra parte fui de a poco descubriendo que eran todos muy buena gente, que no habían salido de los potreros, como yo, si no que eran todos unos señores, que vivían y vestían muy bien, de acuerdo con las grandes sumas que ganábamos, la mayoría estaban casados con hermosas mujeres y vivían en lujosas mansiones, como comprobé a medida que me fueron invitando a sus casas, ya fuera para compartir una copa, o algunas veces a comer con ellos o simplemente para nadar en las piletas que casi todos tenían en sus viviendas. Pero siempre mi mayor amistad, con quien compartíamos salidas y comidas, era con el otro soltero y quien fue mi mejor y primer amigo, Giuseppe, pero para todos Yeppetto, así apodado por la nariz un poco grande que ostentaba.

Con él y a veces acompañados por Ameli-Nicolini, conocí los lugares mas interesantes de esa atrapante, para mí, Roma: el Coliseo, el Vaticano, y no seguiré mencionando si no me convertiré en una guía turística, aparte de compartir almuerzos, en nuestros días libres, en alejadas trattorias y luego visitar alguna casas donde nos recibían alegres damiselas con quienes pasábamos muy buenos momentos.

También el club me entregó un pequeño Fiat para trasladarme ya que por consejo de algunos argentinos que me precedieron, había alquilado un pequeño departamento en el Gianicolo, con una vista estupenda de Roma, y cerca del Trastevere, lugar que naturalmente no entonces era lo que es ahora, y donde que pasaba mis horas libres, que por cierto eran bien pocas, y que había amoblado sobria pero elegantemente, con la ayuda y asesoramiento de Ameli-Nicolini.

Recordemos que todo lo que ganaba, salvo una pequeña suma para mis gastos, iban a la Argentina, para que Pedrín me los administrara, y a fe por lo que sabía por las cartas que constantemente nos enviábamos, iban viento en popa.

En la próxima entrega seguiremos con el deporte y mis aprendizajes culturales. Gracias, a los que me leen, que veo han sido ya algunos, espero no defraudarlos con mis caros recuerdos.

No hay comentarios: