martes, 25 de diciembre de 2007

Honor y Gloria

Vale la pena entrar en la historia del gran club Honor y
Gloria
, aunque tenga que ir salteando los tiempos y
dejando algunas cosas para más adelante, ya que se van
amontonando un montón de historias... los famosísimos
carnavales de La Boca, merecedores de todo un capítulo...
la historia del club emblema del barrio, el Boca Juniors,
que quizá tenga que desechar, ya que creo es ya muy
conocida por todos, y el que no la sepa, que se joda, ya
que debe ser hincha de River, pero debo destacar sí la
titánica labor de sus primeros dirigentes, que a fuerza
de muchos sacrificios y trabajo personal sacaron e
hicieron de un modesto lugar la poderosa institución
actual, que no sólo es un orgullo para el barrio, sino
que ha trascendido las fronteras de nuestro país.
Y quiero recordar una anécdota de esos dirigentes que no
llegaban a esos puestos para lucrar con la compra y venta
de los jugadores, como sucede en la actualidad, y sí para
trabajar. En la tardecita, cuando sabían que los viejos
genoveses estarían en el bar, o tomando fresco sentados
en la puerta de las casas, salían a vender rifas o
simplemente a pedir contribuciones para mejorar los
vestuarios o algo que siempre faltaba. Los genoveses,
bastante duros para soltar la guita, metían la mano en el
bolsillo sacando billetes, y diciendo, “eh, per il Buca”,
y jamás pedían recibo alguno, ya que conocían la decencia
de esas personas, y que su dinero sería realmente bien
invertido. Así fue como se fue haciendo toda una gran
institución...
Nosotros jugábamos en un potrero del que nos habíamos
adueñado.
Pedrín ya había trabado una gran amistad con nosotros y
cuando tenia libre, sabía acompañarnos a los partidos
hasta convertirse en hincha. De él partió la idea de
formar un club, apoyada incondicionalmente por todos
nosotros; él puso los primeros mangos para los arcos y
marcar la cancha con cal, trabajo que realizamos todos
nosotros; más adelante, como su negocio prosperaba y
tenía una extensa clientela, se había metido en el Boca
Juniors, ya que -muy astuto- les regalaba el carbón para
los asados semanales que hacían jugadores y dirigentes,
y de paso conseguía redes de arcos ya gastadas, que
nosotros remendábamos y seguíamos utilizando en nuestros
arcos.
Pedrín, solicitaba también contribuciones para nuestro
clubcito, que ya estaba tomando fama. Nos afiliamos a
una liga que nucleaba a los clubes de los alrededores y
comenzamos a jugar partidos "oficiales" con la camiseta
del club, y pantaloncitos blancos que había donado, por
supuesto, Pedrín. Más adelante vendrían los zapatos.
Nunca dejaré de recordar el primer campeonato en que
intervinimos, al entrar en la cancha, aun nos cambiábamos
a un costado, debajo de un sauce, ya que carecíamos
todavía de vestuarios. Me temblaban las piernas, ya que
me destacaba como el crack del equipo, sin falsa modestia
era por lejos uno de los mejores delanteros de la "liga".
Me pasaron la primer pelota, con varios amagues
descoloqué a los defensores y la coloqué en el fondo de
la red, ante los alborozados integrantes del equipo.
Allí oí los gritos de Pedrín que me llamaba angustiado
para llevarme urgente a mi casa, ya que había caído un
guinche y aplastado a mi padre, quien murió a poco de
llegar al hospital. Ése fue mi desgraciado debut en el
Honor y Gloria.
Pedrín, con la excusa de cambiar ideas conmigo sobre la
marcha del equipo, comenzó a frecuentar mi casa, pero yo
me daba cuenta que su interés estaba puesto en conversar
con mi hermana, que había crecido convirtiéndose en una
hermosa niña, a la que pretendían todos los solteros del
barrio.
Ella, como nosotros, sabia que su destino no iba a ser
quedarse por vida viviendo en algún conventillo de la
Boca, y muy avispada sabia que podía tener otra vida
uniéndose a Pedrín, ya que tenia habilidad para los
negocios, había estudiado en las famosas academias Pitman,
donde después de recibirse comenzó a trabajar en la
contaduría de una famosa fábrica de galletitas instalada
en la zona.
Por mi parte, después de algunos partidos vinieron a
buscarme para ficharme en Boca. Fui con Pedrín, quien a
partir de ahí se convirtió en mi representante. Fui muy
bien recibido en el club y también, dados mis crecientes
progresos fui ascendiendo de divisiones, hasta que un día,
inolvidable para mí, ya que todavía era un menor, debuté
en la la. al lado de todos esos "monstruos" que
despertaban mi admiración todos los domingos. Me cuidaron
haciéndome un lugar en el plantel y fui creciendo al lado
de ellos cada vez más, siempre aconsejado por Pedrín,
quien también se convirtió rápido en mi cuñado, en un
casamiento que dio mucho que hablar, dado que fue con gran
pompa en la iglesia de San Pedro Telmo, que todavía se
conserva igual en la zona, y a la que suelo visitar cuando
vuelvo al barrio, pero esa será otra historia, ya que me
apuré en mi relato, dejando cosas del viejo y querido
Honor y Gloria, que iré desgranando en la próxima entrega...

No hay comentarios: